martes, 18 de diciembre de 2012

This is not. 







Magnanimidades


|Me deslizaba a través
de los arabescos del hierro;
en sus curvas y formas varias,
me estampaba contra el vacío.

Continuaba en el aire los dibujos del cemento;
de los muros, con sus huellas barrocas;
desmembrándome en una dimensión
que me desconocía.

Mi presión disminuyó
al límite de su mirada fría;
que me imputaba viviente.

Entonces abrí aquellas persianas inmensas
que postergan fulgores
de respiraciones arcaicas.
Con sus betas de madera marcadas de agua,
rasguñadas por el tiempo.

Y un balcón me esperaba.

Mientras la nada me rondaba,
mientras comprendía la oscuridad de aquel humo amenazante;
tomé el pasado entre mis manos y lo bebí.
Y me integró.

En el fondo, lejos,
la casa aullaba;
lloraba las horas en las que, alguna vez,
escribió versos desiertos;
hoy, inexistentes.

Entonces corrí y giré,
giré y corrí;
investigando sobre mí
los rescoldos de aquel ayer tan presente.

Y derramé mi esencia, mi cuerpo,
sobre sus paredes retrógradas
que imprimían voces en mi piel.

Incesablemente vuelvo a la época,
mi época;
porque sobra en mí
un futuro inútil.| 



m n m 

domingo, 18 de noviembre de 2012


.Cuando te sabés intervenida.




                                                                            .Cuando te sabés intervenida.
Diálogo


-Otra vez –me dice.
-Vuelve –le digo.
Aguardo. No.

Lentamente acerca su mano
y preparo el ayer.
Puede presentirse el contorno
de una figura expectante.
Triunfante.

Su fantasma retorna en pesares agudos,
me desvela e intuye la melodía última
en un día tan inmóvil.

Acá cerca, alrededor, todo parece dormir.
Cae sobre mí un manto estrellado
mientras el miedo crispa el líquido
que al viento solía mojar.

Nuevamente llueve y me mira.
Pareciera flotar,
pareciera limitar los cuerpos. 

-Tienes la pausa en tus manos –musita.
-Vuelve –le digo.
-Vuelve –me dice.

Supe alguna vez sepultar las aves muertas
y los minutos enterrar.
Supe cantar la voz muda.
Así todo, hoy, sólo miro.

-Piensa en el árbol. Él te espera –
-No lo siento llegar –lamenté.
-Cierra los ojos. Él te mira –



                                                                       m n m 

    


lunes, 12 de noviembre de 2012

Autismo filosófico 


Partió de mi hombro con sus débiles y sumisas extremidades.
La hormiga, sigilosa, camina…me atraviesa.
Fuera de su mundo, los instantes debaten el comienzo de algo, atropellándose unos con otros para poder tomar su lugar. Mientras que mi cabeza emprende una travesía hacia arriba, o quizás se encuentra dando un indicio de fin.
Quieta, en una silla que me hunde y a través de una ventana que me lleva, puedo sentir como sus raquíticas patas me conectan a una vida que en un remoto destino me vigiló.
Ella le atribuye a mi piel un relieve histórico y al mismo tiempo yo la percibo dubitativa, investigando una funda ajena.
Ya la veo en la cuenca interna de mi codo y mi imaginación se anticipa al final de su sendero.
Completamente abstraída en la representación que este pequeño ser me significa, evoco la imagen de Alberto logrando compenetrarme en sus pupilas.
-Marta –me llama su espectro-. Inyecta su esencia en tu alma.
Mi respuesta sólo puede constituir una mirada acabada.
-Marta. –insiste Alberto- arriba sólo encontrarás dudas.
-Sí –aturdida, encuentro aire para refutarlo-, pero en algún momento se va a caer.
La hormiga siguió su rumbo y, confirmando el cierre del recorrido, declinó súbitamente hacia el suelo.




m n m